lunes, 12 de octubre de 2015

Algodón.


No sé, por la velocidad de los trenes en invierno o la brisa veraniega bailándote en las caderas, o por tus pelos desparramados por mi cama, o los libros de Nicholas Sparks apiñados en tus estanterías, y velándonos las noches a los lados de tu cama, o por las piruletas que te dejan la lengua azul y me besas. Aunque, de verdad, no lo sé, puede ser por cuando enfría y te hago chocolate caliente, por cómo te manchas los labios y cómo te los limpio yo después, o por la calidez de tu piel cuando el mundo entero se congela y estoy sola, o por tu boquita abierta apuntando al cielo cuando caen los primeros copos de nieve. No sé por qué cojones es, te lo juro, pero me paso los días mirando las nubes y deseando con todas mis fuerzas que, por mil formas que dibujen en el firmamento, cuando mire abajo siempre te encuentre con tus calcetines de ositos sentada en mi suelo.

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