Mi lápiz de ojos,
carreras lúgubres en mis mejillas;
y me lavo la cara.
Levanto la cabeza del apestoso lavabo,
antes blanco,
ahora negro,
el espejo me devuelve mi reflejo,
y mi tez de un pálido verdoso me asusta.
Oscuras ojeras naranjas circundan mis ojos;
me chupo los labios irritados,
y los muerdo,
igual que tú mis pezones.
Y los pellizco con
las uñas,
igual que tú mis nalgas mientras cabalgaba sobre ti.
Y miro a la puerta,
vaya:
hoy tampoco has venido.
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