No sé, por la velocidad de los trenes en invierno o la brisa
veraniega bailándote en las caderas, o por tus pelos desparramados por mi cama,
o los libros de Nicholas Sparks apiñados en tus estanterías, y velándonos las
noches a los lados de tu cama, o por las piruletas que te dejan la lengua azul
y me besas. Aunque, de verdad, no lo sé, puede ser por cuando enfría y te hago
chocolate caliente, por cómo te manchas los labios y cómo te los limpio yo
después, o por la calidez de tu piel cuando el mundo entero se congela y estoy
sola, o por tu boquita abierta apuntando al cielo cuando caen los primeros
copos de nieve. No sé por qué cojones es, te lo juro, pero me paso los días
mirando las nubes y deseando con todas mis fuerzas que, por mil formas que
dibujen en el firmamento, cuando mire abajo siempre te encuentre con tus
calcetines de ositos sentada en mi suelo.
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