Esperando el día en el que halles más calor en mis pies siempre fríos que entre las piernas de alguna otra, escuchando canciones tristes sobre lo mucho que duele amar. Observando cómo las pelusas de mis gatas se deslizan por el suelo impulsadas por la fuerza del ventilador mientras mi cabeza recorre el universo entero, hasta el más recóndito rincón. Y suplicándome a mí misma detener la producción de lágrimas en mis ojos, ya que el salitre de éstas está empezando a arrugarme los labios.
Dime, ¿se puede ser más patética que yo?
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